En algún momento, en una tarde de mayo, me vi obligada a quererte. Ese sentimiento, tan profundo como la oscuridad que se esconde en el hueco más ínfimo de una estrella, capaz de llenar el corazón de los ricos y el bolsillo de aquellos que no tienen hogar, nunca se desvaneció. Es en esta última tarde de diciembre que recuerdo un año pasado. Un año plagado de risas y lluvia en mis pestañas, de páginas rotas y tinteros borrachos de negro.
Se quedaron atrás los abrazos a escondidas, las risas en cada esquina, los roces de nuestras manos, las miradas furtivas entre una multitud de gente que no nos entendía. Este pretérito imperfecto siempre me recordará a ti, y a la felicidad que me invadía al darme cuenta de que formaba parte de una mitad, de la mitad de un todo, que fue completado durante aquellos siete meses.
No te estoy diciendo adiós, amor. Te estoy abriendo las puertas al país de las maravillas; un lugar creado únicamente para ti, para mí y para este sentimiento tan grande, que no puede dar cabida en un mundo tan pequeño como este.
Hoy empiezan nuestros 242 días juntos, que vendrán seguidos de 364 más, de otros 365 y de estos multiplicados hasta su infinito. Y mi única pregunta, amor, es... ¿Me permitirás pasar el resto de mis días a tu lado?
Te amo.
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